Es chistoso cuando la vida te lleva a lugares que no esperabas y no planeabas. Así fue para mi este viaje a Sydney, un viaje de último momento, al cual solo iba de compañera, no era mi sueño, no tenía objetivos, no tenía expectativas, más que de disfrutar y esa es otra forma (muy buena) de vivir un viaje.
El fin de semana fue de lo mas relajado, sin contratiempos, el clima es más cálido que en Queensland, por lo cual, el primer día que salimos a pasear sin bloqueador fue la perdición. Todo el tiempo se sentía como el sol ardía en nuestra piel y al volver a casa teníamos un bronceado de lo más irregular. La ciudad en general es muy distinta a todas las que he conocido, el ambiente acelerado, joven y glamoroso del CBD hace mucho contraste con la zona “alternativa” y relajada de Kings Cross y las playas de Bondi y Coogee, llenas de movimiento y gente joven de todas las nacionalidades haciendo actividades desde surf, soccer, bbqs, entrenando para ser salvavidas, o simplemente tomandose unas buenas cervecitas con los amigos, crean una vibra super particular.
En general me gustó mucho Sydney, me encantan las ciudades que están llenas de contrastes. Como el hecho de seguir manteniendo una arquitectura clásica donde puedes ver aun castillos, edificios y fabricas viejas que interactuan con bares y clubs nocturnos para el movimiento tan fuerte de jovenes. Así como el hecho de tener el CBD tan corporativo, tan profesional y a unas cuantas cuadras el relajamiento de los yates y el ambiente super relajado y turístico de Darlings Harbour.
En general ir a Sydney fue una super experiencia. Me encantó poder conocer la ciudad y decir yo estuve ahí. Pero sinceramente, mi favorita sigue siendo Brisbane, donde tienes todos los beneficios de una gran ciudad como Sydney, pero todo bajo un ritmo relajado. Porque yo ya me adapté a la frase del típico queenslander: Relax! This is Queensland.
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